GESTIONAR EL MIEDO

Antes, durante y después de una experiencia de voluntariado

Dar el paso hacia una experiencia de voluntariado internacional es una de las decisiones más transformadoras que una persona puede tomar. Pero también es una de las que más emociones despierta. Ilusión, entusiasmo, curiosidad… y, cómo no, miedo.

El miedo forma parte del proceso. No es una señal de debilidad ni de inseguridad; al contrario, es una respuesta natural ante lo desconocido. En Cooperating Volunteers lo vemos en casi todas las personas que deciden vivir esta experiencia: el miedo aparece antes de partir, se transforma durante la experiencia y, muchas veces, adopta nuevas formas de vuelta a casa.

La clave no está en eliminarlo, sino en aprender a gestionarlo.

Antes del viaje: el miedo a lo desconocido

Antes de iniciar una experiencia de voluntariado, el miedo suele estar muy ligado a la anticipación. Nuestra mente comienza a imaginar escenarios, a formular preguntas y a llenar los silencios con dudas:

  • ¿Y si no me adapto?
  • ¿Y si no soy capaz?
  • ¿Y si me siento solo/a?
  • ¿Y si el país no es seguro?
  • ¿Y si echo demasiado de menos mi vida en casa?

 

Este miedo previo suele alimentarse de la falta de información y de los prejuicios que, sin darnos cuenta, arrastramos. Muchas veces no tememos la experiencia en sí, sino la imagen que hemos construido de ella.

Por eso, uno de los primeros pasos para gestionarlo es informarse. Conocer el destino, la cultura, el proyecto y el acompañamiento que tendrás durante todo el proceso ayuda a poner los pies en la tierra y a transformar el miedo en respeto y preparación.

También es importante hablarlo. Compartir tus miedos con otras personas que han vivido la experiencia, con el equipo de Cooperating Volunteers o con tu entorno cercano permite normalizarlos. Descubrir que no estás solo/a en lo que sientes alivia más de lo que imaginas.

Aceptar que el miedo está ahí, sin intentar esconderlo, es el primer acto de valentía.

Durante la experiencia: el miedo al cambio y a salir de la zona de confort

Una vez en el destino, el miedo no desaparece de golpe. Simplemente cambia de forma.

Durante los primeros días es habitual sentir miedo al no entender el idioma, a no saber cómo actuar, a cometer errores culturales o a no estar a la altura del proyecto. Aparece la sensación de vulnerabilidad: estás lejos de casa, de tus rutinas y de todo lo que te resulta familiar.

Aquí es donde el miedo cumple una función importante: te mantiene alerta, te invita a observar, a escuchar y a aprender.

Gestionarlo durante la experiencia implica:

  • Darte tiempo: la adaptación no es inmediata. Cada persona tiene su propio ritmo.
  • No exigirte perfección: equivocarte forma parte del aprendizaje.
  • Apoyarte en el equipo local y otros voluntarios: compartir lo que sientes fortalece los vínculos.
  • Aceptar el choque cultural como parte del proceso y no como un obstáculo.

 

Con el paso de los días, algo cambia. El miedo comienza a convivir con la confianza. Te descubres resolviendo situaciones que antes te parecían imposibles, comunicándote sin palabras, sintiéndote parte de la comunidad.

Y entonces te das cuenta de algo muy poderoso: eres más capaz de lo que pensabas.

El miedo que impulsa el crecimiento

Durante la experiencia de voluntariado, el miedo deja de ser un enemigo y se convierte en un motor. Cada vez que lo atraviesas, ganas seguridad. Cada pequeño reto superado refuerza tu autoestima y amplía tu visión del mundo.

Aprendes que no necesitas tener todo bajo control para avanzar. Que sentir miedo no te impide seguir, sino que te recuerda que estás creciendo.

Muchos participantes coinciden en que los momentos más incómodos (aquellos en los que el miedo estaba más presente) son los que más les han marcado. Porque justo ahí, fuera de la zona de confort, ocurre la verdadera transformación.

Después de la experiencia: el miedo a volver

Cuando la experiencia llega a su fin, aparece un miedo del que se habla menos: el miedo a la vuelta.

Volver a casa implica despedirse de personas, de rutinas nuevas, de una versión de ti que ha cambiado. Surgen preguntas diferentes:

  • ¿Cómo encajo ahora en mi vida de antes?
  • ¿Y si nadie entiende lo que he vivido?
  • ¿Y si echo de menos todo lo que dejo atrás?

 

Este miedo está estrechamente ligado al apego y a la nostalgia, y es completamente normal. Has vivido algo intenso y significativo, y tu forma de ver el mundo ya no es la misma.

Gestionarlo pasa por integrar la experiencia en tu día a día: compartir lo vivido, reflexionar sobre lo aprendido y permitir que esa vivencia influya en tus decisiones futuras. No se trata de volver a ser quien eras, sino de avanzar con todo lo que ahora formas.

Aceptar el miedo como parte del camino

En Cooperating Volunteers creemos firmemente que el miedo no es una señal de que no debas hacer algo, sino muchas veces justo lo contrario. Es una señal de que estás a punto de dar un paso importante.

Gestionar el miedo antes, durante y después de una experiencia de voluntariado no significa que deje de existir, sino que aprendes a caminar con él, a escucharlo sin que te paralice y a transformarlo en aprendizaje.

Porque al final, cuando miras atrás, descubres que el miedo no fue lo que definió tu experiencia… sino la valentía de haberla vivido a pesar de él. 

Comparte esta entrada

Otras entrada interesantes

VESTIMENTA MASAI

IDENTIDAD, HISTORIA Y ORGULLO  Cuando realizas una experiencia de voluntariado

LOS 5 GRANDES

Un encuentro inolvidable durante tu experiencia de voluntariado en África

Contacto

Dejanos tus datos y nos pondremos en contacto en las próximas 24h